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Arriba Abajo   ¡Oh ingenio y hermosura para sabios!
¿Qué seda blanca de la rica China
no se tiñera en púrpura divina
de sus mejillas y rosados labios?

   ¿Qué Alejandros, qué Césares, qué Octavios 5
no venciera beldad tan peregrina,
pues si la resistencia se imagina
el amor natural recibe agravios?

   Pagaste la pensión de tantos bienes
con la desdicha, que te dio forzosa 10
quien por hermosa coronó tus sienes.

   Que no nacieras para ser dichosa,
con tan grande hermosura como tienes,
ni desdichada para ser hermosa.



Arriba Abajo   Aquí me vuelven las desdichas mías
engañado de nuevas esperanzas,
porque suele de humildes confianzas
nacer un bien para inmortales días.

   Pasé abrasado mil montañas frías 5
estando igual el sol en sus balanzas;
hice en las tierras, no en la fe, mudanzas,
que con mi firme amor serán tardías.

   Viva la fe, las esperanzas vuelen;
no den veneno al alma desengaños, 10
pues mucho más que los engaños duelen.

   Que entretenido amor en sus engaños
mejor pasa las horas, porque suelen
vencer las esperanzas a los años.

De La mayor dicha en el monte



Arriba Abajo   En caja tersa, en seno nacarado,
naturaleza que prodigios cría,
junta el rocío que el aurora envía
con el fuego del sol más acendrado.

   De esta oposición, pues en sumo grado 5
como competidores a porfía,
perla engendran con tanta bizarría,
que llegar a dudar si la han formado,

   del agua elemental que Dios eleva,
con fuego de su fe, que se introduce 10
en el alma obediente al albedrío.

   Tanto el afecto de su ley me lleva,
que a veces a la duda me conduce
si el amor que me abrasa es hijo mío.



Arriba Abajo   Bruta atalaya, inaccesible peña,
se descuella a los páramos del viento,
y aunque encubra por cátedra y asiento
un águila imperial, no la desdeña.

   Desde ella a sus hijuelos les enseña, 5
al que quiera, al sol mire tan atento,
que le sirvan sus rayos de alimento;
mas al que se acobarda le despeña.

   Desde la piedra del bautismo santo
águila en sus cristales renacida, 10
sólo con Dios se ocupa mi albedrío.

   Pero si de este soberano encanto
se sabe algún intento, enfurecida,
de mí le arrojo como que no es mío.

De La mayor hazaña de Alejandro Magno



Arriba Abajo   ¡Qué presto que se ciega el más prudente
viendo una bella y celestial pintura!
¡Qué bien le llaman al amor locura,
instantáneo furor, fuerte accidente!

   Cogiome una belleza de repente, 5
no pude discurrir en mi cordura.
Mas ¿qué mucho ¡ay de mí! si una locura
a Júpiter sujeta omnipotente?

   Miré, cegueme, en fin, quedé vencido,
tengo un rey por contrario altivo y fuerte 10
a eternos celos quedo condenado

   pues jamás ha de ser sino vencido
ni podrá desear mi triste suerte
mayor ventura que o haber mirado.



Arriba Abajo   ¡Divina tabla, celestial pintura
de aquel original del alma mía!
De tal valor, de tanta gallardía
¿qué mujer ha de haber libre y segura?

   Cómo en la marcial libre y segura 5
vences la más robusta valentía
que en los hombres su ser altivo cría,
vences en las mujeres la hermosura.

   ¿Quién cómo aquel que al mármol adoraba,
fuera dichoso cuando a amarte vengo? 10
¿Quién en original te convirtiera,

   tabla de aquel que tanto deseaba?
¿Quién pudiera infundirte esta que tengo,
por que a los dos un alma nos rigiera?

De La mayor victoria de Alemania de don Gonzalo de Córdoba



Arriba Abajo   Pártese el sol por el umbral dorado
del Occidente entre mil nubes de oro,
dejan las fuentes el cantar sonoro,
el monte se entristece, llora el prado.

   El mundo queda en confusión bañado, 5
pierde la vista, el mar su azul decoro,
y baña negra noche y triste lloro
la cara de la sierra en luto helado.

   Así se parte mi soldado amante
a su jornada de la vista mía, 10
y yo quedo a la noche semejante.

   Mas como sale el sol, y de alegría
se baña el mundo, esperaré constante
en triste noche tan alegre día.

De La mejor enamorada, la Magdalena



Arriba Abajo   Bien, Roma, los que sirven los abonas,
aunque la cara a la ocasión se hurta;
y el honor vuelves cuando alguno lo hurta,
y su valor por todo lo pregonas.

   Tú levantas al cielo las personas 5
cual un nuevo Alejandro o cual Yugurta,
de robles, de laurel, de grama y murta
pones en sus cabezas mil coronas.

   Formas con sus ejércitos crueles
quien se levante, pues mereces, Roma, 10
que el Cielo mismo tu valor ampare.

   Y pues que me coronas de laureles,
la famosa cerviz que nadie doma,
al cielo subiré si no bastare.


Arriba Abajo   Atreviose el inglés, de engaño armado,
porque el león de España vio en el nido,
las uñas en el ámbar, y vestido,
en vez de pieles, del Tusón dorado.

   Con débil caña, no con fresno herrado, 5
vio a Marte, en forma de español Cupido,
volar y herir en el jinete, herido,
del acicate, en púrpura bañado.

   Armó cien naves, emprendió la falda
de España asir por las arenas solas 10
del mar, cuyo cristal ciñe esmeralda.

   Mas, viendo en las columnas españolas
la sombra del león, volvió la espalda,
tendidas las banderas por las olas.



Arriba Abajo   Una moza de cántaro y del río,
más limpia que la plata que en él lleva,
recién herrada de chinela nueva,
honor del delantal, reina del brío;

   con manos de marfil, con señorío, 5
pues donde lava, dice amor que nieva,
es alma ilustre al pensamiento mío.

   Por estrella, por fe, por accidente,
viéndola henchir el cántaro en despojos,
rendí la vida al brazo transparente. 10

   Y, envidiosos del agua mis enojos,
dije: ¿por qué la coges de la fuente,
si la tienes más cerca de mis ojos?

De La necedad del discreto



Arriba Abajo   Notable engaño y opinión te ciega;
pero escucha una cosa, por tu vida:
¿No has visto un hombre que en salud se entrega,
por tener la que viene prevenida,

   a la purga, sangría y al jarabe, 5
que dice que es de la salud la llave,
y teniendo compuesto los humores,
de suerte los resuelve de ellos lleno

   que en malos se convierten los mejores
y viene a estar enfermo estando bueno? 10
Pues eso mismo intentan tus errores,

   que es hacer del antídoto veneno.
Si tienes mujer casta, necio eres,
pues revolverle pos humores quieres.


Arriba Abajo   Ingrato dueño mío, aunque pretendas
matarme con rigores y desdenes,
y sin oír las partes me condenes,
quiero que mi verdad y amor entiendas.

   Mas no es razón que sin razón me ofendas, 5
y pues en otros gustos te entretienes,
y de mi honor mayores prendas tienes,
triunfa también de esas humildes prendas.

   Cesen, por vida mía, los enojos;
que príncipes conmigo son quimera, 10
sueño del gusto, engaño de los ojos.

   Y cuando como piensas los rindiera,
¿qué pierdes en tenerlos por despojos,
pues a tus pies con ellos me pusiera?



Arriba Abajo   Un soneto me manda hacer Violante
y en mi vida me he visto en tal aprieto:
catorce versos dicen que es soneto:
burla burlando van los tres delante.

   Yo pensé que no hallara consonante 5
y estoy a la mitad de otro cuarteto;
mas, si me veo en el primer terceto,
no hay cosa en los cuartetos que me espante.

   Por el primer terceto voy entrando
y aun presumo que entré con pie derecho, 10
pues fin con este verso le voy dando.

   Ya estoy en el segundo, y aun sospecho
que estoy los trece versos acabando:
contad si son catorce, y está hecho.

De La niñez de San Isidro



Arriba Abajo   Señor divino, tierno soy; ya veo
el ejemplo de un árbol en mi vida:
guiad la rama a vuestra mano asida,
para que llegue al fin que adoro y creo.

   El Christus en que ahora el alma empleo, 5
a su divina ciencia me convida:
si yo lo sé, ¿qué error habrá que impida
el camino que lleva mi deseo?

   Mis letras son vuestro divino arado;
pues soy labrador, con él os sigo, 10
que seguir vuestra cruz me habéis mandado.

   De un labrador es la riqueza el trigo;
trigo sois de Belén y pan sagrado;
¿qué riqueza mayor que vos conmigo?



Arriba Abajo   Dios de mi alma, inmenso Señor mío,
luz de mis ojos, dulce enamorado,
divino labrador, en cuyo arado
os puso hasta morir mi desvarío.

   Vos, que a la fuerza del ardiente estío 5
buscáis vuestras ovejas abrasado;
dichoso, buen pastor, aquel ganado,
que al pasto conducís y al claro río.

   ¿Qué labrador labró con más fatiga
estas tierras de Adán, de espigas llenas? 10
Así el amor vuestra piedad obliga.

   No canséis esos hombros de azucenas;
dadme el arado a mí para que os siga;
que yo tendré por gloria vuestras penas.

De La niñez del Padre Rojas



Arriba Abajo   Ahora hermosa Virgen, que desata
mi lengua, vuestra mano, aunque no veo
quien hizo este milagro en mi deseo,
en vuestras alabanzas se dilata.

   Un dardo de oro, un rótulo de plata, 5
con vuestro nombre, en quien el alma empleo
me abrió la boca, pues a tal trofeo,
palabra os doy que no respondo ingrata.

   ¡Será Señora mía celebrado
de vuestra Anunciación el dulce día, 10
de suerte, pues la lengua me acrisola.

   Que, cuantos hasta ahora, os han llamado
Ángeles, y hombres, celestial María,
no igualen juntos, a mi lengua sola!



Arriba Abajo   Virgen, en vuestro vientre santo estuvo
vuestra alma pura, de más gracia llena,
que el Ángel de más luz, que nuestra pena
en vos el golpe original detuvo.

   El lirio de los valles que entretuvo 5
nueve meses su cándida azucena,
si en gracia cría al Ángel, no condena
a la Princesa que por Madre tuvo.

   Mas que todos los Ángeles deciros
puedo que la tenéis, si en carne humana 10
nos dais a Dios, aquel dichoso día.

   Que a ellos los creo para serviros
y a vos para su Reina soberana,
cuando os dijo Gabriel, Ave María.


Arriba Abajo   Echando al mayor mundo todo el velo,
asombra la celeste artillería,
y entre pedazos de tiniebla fría,
por donde daba luz escupe hielo.

   Mas tomando con lástima del suelo 5
el hacha eterna, el que a los años guía;
huye el horror y resucita el día
en el alcázar del sereno cielo.

   Así con puros rayos celestiales
en tanta tempestad tu Sol previenes, 10
hermosa Blanca, y a mis ojos tales.

   O bien haya el rigor de tus desdenes,
porque sino se hubieran hecho males,
era imposible conocer los bienes.



Arriba Abajo   Sueño, que fuiste como dulce empeño,
de los cuidados que tu sombra asiste,
como para cuidados sueño fuiste
si nunca diste a los cuidados sueño?

   Tú que de cuanto viste, fácil dueño, 5
las mayores tristezas suspendiste,
porqué me dejas desvelar de triste,
sin ver mis ojos tu sabroso ceño?

   O muerte mentirosa en perezosos,
y muerte verdadera en desvelados, 10
bien podemos llamarte los quejosos.

   Amigo falso, que huye en los cuidados,
pues te vas a dormir con los dichosos,
y dejas desvelar los desdichados.


Arriba Abajo   Andan mis males por volverme loca,
como si yo negase que lo he sido;
andan mis bienes por cubrir de olvido
lo que confiesa el alma por la boca.

   Andan mis penas por decir que es poca 5
la que por tal sujeto he padecido,
y mis agravios, como lo han sentido,
dicen que la venganza al honor toca.

   Andan mis celos porque amor intente
alguna sinrazón, viendo que puedo; 10
anda mi amor porque de ti me ausente;

   anda él con artificios en Toledo,
mas es andar y andar, que finalmente
he de anegarme entre el amor y el miedo.



Arriba Abajo   Noche, que das descanso a cuanto vive,
al son de arroyos y de fuentes duermes;
la que madres solícitas aduermes,
cuando tus ojos Argos apercibe;

   tú, cuyo manto azul el cielo escribe 5
de figuras, imágenes inermes,
así jamás de su humedad enfermes,
ni el tiempo de sus céfiros te prive.

   Porque goce, primero que te huyas,
de Inés, corona de tus luces bellas, 10
haz que me miren con piedad las tuyas;

   que así la suya gozará por ellas,
si no es que por envidia de las suyas
contrarias se me vuelvan tus estrellas.



Arriba Abajo   Negra, desaseada, descompuesta,
desafeitada noche; deslucida
de manto y de cabellos esparcida;
envidiosa del sol, con sombra opuesta;

   remisa en bienes, y en traiciones presta; 5
adúltera, ladrona y homicida,
disfrazada, cobarde y atrevida,
del ganado, terror; del lobo, fiesta.

   Por tus mismas traiciones te conjuro,
miedos, engaños, laberintos, celos, 10
que me dejes gozar lo que procuro.

   Así te canten búhos y mochuelos,
o igualen con el sol hermoso y puro
tu negro curso los piadosos cielos.

De La nueva victoria de don Gonzalo de Córdoba



Arriba Abajo   Pártese el sol por el umbral dorado
del Occidente entre mil nubes de oro,
dejan las fuentes el cantar sonoro,
el monte se entristece, llora el prado.

   El aire queda en confusión bañado, 5
pierde su vista el mar, su azul decoro,
y cubre en negra nube y triste lloro
la cara de la sierra luto helado.

   Así se parte mi soldado amante
a su jornada de la vista mía, 10
y yo quedo a la tierra semejante.

   Mas como vuelve el sol, y de alegría
se viste el mundo, esperaré constante
en esta noche tan alegre día.

De La obediencia laureada y primer Carlos de Hungría



Arriba Abajo   Que siendo la virtud digna de amarse,
hasta en los enemigos, por sí propia,
en Carlos la desame, cosa impropia
y que más en mi edad debe culparse;

   pero si suele el cielo desvelarse, 5
por ser el hombre su retrato y copia,
y buscarle en la Scitia y en Etiopia,
si allá de la virtud quiere alejarse,

   ¿qué mucho que yo imite al mismo cielo
en reducir al malo y dar castigo 10
al bueno, que ya tengo por consuelo?

   Por reducir al malo, me fatigo,
y como en no perderme me desvelo,
huyo de Carlos y a Alejandro sigo.



Arriba Abajo   No sé quien ama donde no es querido,
siendo todo el amor un instrumento
que, destemplado su divino acento,
disuena a la razón, como al oído.

   ¿Qué consecuencia harán amor y olvido, 5
la fuerza y el desdén, si el fundamento
de amor es un igual consentimiento
de las dos voluntades admitido?

   Ya no quiero querer lo que solía;
ni de amor las tormentas, ni las calmas; 10
hoy toma puerto la esperanza mía.

   Quien no ha vencido no pretenda palmas,
que consiste de amor el armonía
en la correspondencia de las almas.


Arriba Abajo   Mucho parece este español sirena,
pues hablando me mueve los sentidos,
cuya agradable voz a mis oídos
con dulce y regalado acento suena.

   Así tiene a sus quejas Filomena 5
los árboles y el viento suspendidos,
y están los ojos del pastor dormidos,
que de Mercurio el agua el curso enfrena.

   Guardarme debo, amor, de tus enojos,
y pues tan cerca el enemigo veo, 10
seré griega huyendo y venciendo palma.

   No sea este español para mis ojos
sirena, ruiseñor, Mercurio, Orfeo,
que un dulce hablar es piedra imán del alma.


Jornada III, DON JUAN DE HARO


Arriba Abajo   Dulce tormento do el amor se vía
pues camináis al fin de mi esperanza,
las alas esforzad, que cuanto alcanza
con más aliento el corazón porfía.

   Sobre los ramos que esta huerta cría, 5
pintad luego en su orilla o semejanza
del Fénix de la Arabia su mudanza;
la oscura noche vela y duerme el día.

   Pues llego cerca de su ilustre nido,
y como blanco azor las uñas tiendo; 10
fuentes, no murmuréis ni hagáis ruido.

   Que si callando a amor sus alas prendo
entre su pico de rubíes teñido,
dejar el alma por la presa entiendo.


Arriba Abajo   Si lo perfecto agrada, quien escribe
que el recibir es mayor gusto, miente,
que el dar tiene el imperio de la gente
y es vasallo del dar el que recibe.

   De libertad el recibir se prive, 5
y el dar entre los Césares se asiente,
pues más que por ganar todo el Oriente,
Alejandro por dar, glorioso vive.

   De balde al hombre la mujer le sale,
pidan, que sin con oro su bien pesan, 10
a la primer vergüenza no se iguale.

   Más los hombre sen darlas interesan,
pues recibiendo lo que menos vale
por esclavas del hombre se confiesa.


Arriba Abajo   Soberano Pastor y Juez inmenso,
poderoso Señor, de mí ofendido,
perdóname el delito cometido,
y mi llanto en tu altar sirva de incienso.

   Mi ingratitud y mi ignorancia pienso, 5
y a tus divinos pies postro rendido:
la filiación arrepentido pido
y el perdón tuyo con dolor inmenso.

   En la ciega prisión de mis errores
he vivido, Señor; mas ya mis rejas 10
y su puertas rompí, y a ti me ofrezco:

   llamando siempre están los pecadores.
Una, aunque indigna, soy de tus ovejas;
no me juzgues, Señor, como merezco.

De La pastoral de Jacinto



Arriba Abajo   Estos los sauces son, y ésta la fuente,
los montes éstos, y ésta la ribera,
donde vi de mi sol la vez primera
los bellos ojos, la serena frente.

   Este es el río humilde y la corriente, 5
y ésta la cuarta y verde primavera,
que esmalta el campo alegre, y reverbera
en el dorado Toro el sol ardiente.

   Arboles, ya mudó su fe constante;
mas, ¡oh gran desvarío!, que este llano, 10
entonces monte le dejé sin duda.

   Luego no será justo que me espante
que mude parecer el pecho humano,
pasando el tiempo que los montes muda.



Arriba Abajo   Cuando los celos en sospecha andan,
como niños que apenas hablar saben,
llámense celos, pero no se alaben
del nombre, si a las obras se desmandan.

   Los celos el más duro pecho ablandan, 5
hasta que en bien su pensamiento acaben;
que no son celos donde agravios caben,
y hay leyes que otro nombre darles mandan.

   Averigüe mis celos y temores,
y hecha la información ya son delitos 10
en la amistad del alma los mayores.

   El mundo os debe altar, celos benditos,
que para desengaños sois mejores
que los remedios vanamente escritos.

De La pérdida honrosa y caballeros de San Juan



Arriba Abajo   Santo primo de Dios, gloria del Cielo,
confesor, virgen, mártir y profeta,
del soberano Dios voz y trompeta
que anuncias la salud, pan y consuelo;

   santo a quien reverencia todo el Cielo, 5
la fe cristiana y la morisca secta,
anunciador y celestial cometa
del Cordero inocente y ternezuelo;

   a ti las llaves y la guarda toca
de esta ciudad, a ti te las presento: 10
si tú las quieres dar al turco, dalas;

   que si tú no lo mandas por tu boca,
presto al Cielo homenaje y juramento
que no han de entrar, aunque les nazcan alas.


Arriba Abajo   Tristezas, si el hacerme compañía
es fuerza de mi estrella, y su aspereza
vendréis a ser en mí naturaleza,
y perderá el vigor vuestra porfía.

   Si gozar no merecen de alegría 5
aquellos que no saben que es tristeza,
¿cuándo se mudará vuestra firmeza?
¿cuándo veré de mi descanso el día?

   Sola una gloria os halla conocida,
que si es el fin el triste sentimiento 10
de las alegres horas de esta vida,

   vosotras le tendréis en el contento.
Mas, ¡ay!, que llegaréis a la partida,
y llevarase mi esperanza el viento.

De La portuguesa, y dicha de forastero



Arriba Abajo   Hermosa variedad, centro de España,
casa del sol, que la gobierna y dora;
de tanta tierra y mar legisladora
cuanta en su pies en oro y perla baña.

   Dulce veneno, que la edad engaña 5
y el occidente junta con la aurora;
tanto siento de vos partirme ahora,
que parece que voy a tierra extraña.

   Pero si la razón os considera,
en tanta confusión, llena de engaños, 10
tendrá por dicha que dejaros quiera.

   Yo vuelvo a prevenir mayores daños;
que no era bien que vuestro Argel tuviera
cautivo el tiempo de mis verdes años.



Arriba Abajo   Amé desde el principio de mi vida,
Félix, tus altos méritos, guiada
de aquella luz que el alma enamorada
a mi dulce prisión llevó rendida.

   Contigo, el sol me amaneció, vestida 5
de esta verde esperanza dilatada,
contigo hasta bajar la noche helada
para volverte a ver entretenida.

   Ya con tu ausencia, todo me acobarda;
ningún remedio de tus manos viene 10
a contar la esperanza que te aguarda.

   Morir y no tenerla me conviene;
que más mata esperar el bien que tarda,
que padecer el mal que ya se tiene.



Arriba Abajo   Memorias de Madrid: pues no pudiste
conservar en el bien que me quitaste,
¿qué me queréis, pues sólo me dejaste
la pena del cuidado que me diste?

   Paso los días y las noches triste 5
con tanta soledad, que si culpaste
mi breve ausencia, ya de mí os vengaste
en que conmigo a mi pesar viniste.

   Yo vengo de Madrid enamorado,
pensando que Aragón me diera puerto, 10
de un gusto oculto y de un hablar turbado.

   No sé lo que gocé, pero sé cierto
que, si es mayor el bien imaginado,
más me pudo matar que descubierto.

De La primera información



Arriba Abajo   Farol de amor, que siempre resplandece
en el mar de mayor desconfianza;
alta deidad, dulcísima esperanza,
bien haya el dulce mar que te merece.

   Mas ¿qué haremos, amor? Traición parece 5
injusta al Rey en tanta confianza;
mas pierdes la ocasión, que ya se alcanza,
si dejas los cabellos que te ofrece.

   Quien no sabe de amor, quien no ha querido,
bien sé que culpará mis pensamientos 10
en la fortuna donde voy perdido.

   Pero agradece tú mi atrevimiento,
pues por salvarte, amor, doy atrevido
el honor a la mar, la vida al viento.


Arriba Abajo   Bastaba, fiero amor, haber rompido
las maravillas del pecho de diamante,
más firme, más rebelde, más constante
que de romana ni de griega ha sido,

   sin dar lugar a que, mi bien partido, 5
de ver partido el corazón me espante,
alma en que navega semejante,
viendo el troyano, como Elisa, Dido,

   embarcarte en mis ojos, fiero Eneas,
caminarás a una alma toda fuego, 10
si a Troya por la mar volver deseas,

   o anegarte de mi llanto ciego;
que no es posible que en el mar te veas
con más rigor que donde yo me anego.



Arriba Abajo   Los trabajos extraños y excesivos,
hambre y cansancio, sed y graves penas
que pasan en mazmorras y cadenas
los que en Constantinopla están cautivos.

   Los de tiesos y montes tan altivos 5
que se pasan de Libia en las arenas;
las tormentas del mar, de las sirenas,
donde tan pocos escaparon vivos.

   Las centinelas del invierno en Flandes;
de Ulises hasta Grecia las historias; 10
forzar el gusto, hacerle a quien le fuerza;

   sufrir del poderoso agravios grandes,
todos parecen descansadas glorias
si se comparan al casar por fuerza.

De La prueba de los ingenios



Arriba Abajo   Venció Alejandro mi constante pecho;
no hay al primer amor mujer constante,
y de mi fortaleza, lo importante
por tierra puso el tiempo a mi despecho.

   El alto muro de mi honor deshecho, 5
labrado de mil puntas de diamante,
mandó al alcaide que al amor levante
la puente levadiza al paso estrecho.

   Para que la mujer escuche y crea,
naturaleza al principal sentido, 10
que es el oír, con cera le rodea.

   ¡Oh, mujeres! Si amor no os ha rendido,
¿qué importa que diamante el pecho sea,
si es de cera la puerta del oído?



Arriba Abajo   Menos hizo Lisímaco saliendo
contra el fiero león en desafío;
Eneas en pasar el negro río,
y Alcides en matar el monstruo horrendo;

   Ulises al gigante oscureciendo; 5
César en sujetar de Francia el brío,
y el músico de Tracia en el sombrío
reino, las puertas de diamante abriendo,

   que quien se determina al casamiento:
donde la libertad su dueño escoge, 10
por el discurso de la vida, a tiento,

   el alma sin consulta no se arroje;
y quien tuviere tanto atrevimiento,
del mal que le viniere no se enoje.



Arriba Abajo   ¿Hay alguna mujer que más confusa
viva en amor que yo? ¿Qué hechizo extraño
me lleva, por los pasos de mi daño,
adonde el mismo amor no siente excusa?

   Parece que el espejo de Medusa 5
convierte mi razón en este engaño;
pues amo diestra en tanto desengaño,
sin duda que el amor es ciencia infusa.

   Ya me parece que es mujer hermosa
esto que adoro, ya que un hombre veo, 10
ya me siento contenta y ya quejosa.

   Pero, pues ya lo quiero, bien me empleo;
que el alma puede amar cualquiera cosa
si deja aparte el natural deseo.



Arriba Abajo   De la alta empresa reprehendo y riño
mi temerario y loco atrevimiento;
mas bien puedo alabar mi pensamiento
sui de victoria igual laurel me ciño.

   Pintan a amor por los principios niño, 5
crece, y se atreve a la región del viento,
y es atreverse a amar un casto intento
pasar por el carbón cándido armiño.

   El verde ramo encubre al pajarillo,
la liga que después le tiene quedo; 10
que la busque mi honor me maravilla,

   que es acercarse a un hombre tan sin miedo,
burlarse con los filos de un cuchillo,
que al descuido menor se corta el dedo.



Arriba Abajo   ¿Por qué lo que por mí pasar pudiera?
¿Quién fuera sino yo tan desdichado?
A Florela, que en Mantua había dejado,
hallo en Ferrara contra mí tan fiera;

   Laura me mata; ¡oh, nunca yo la viera! 5
Florela me persigue, y se ha vengado,
pues con el laberinto fabricado,
entretener mi pretensión espera.

   Como un hambriento Tántalo me pinto,
a la boca la fruta hermosa y bella, 10
mil lenguas de ella, y del cristal distinto.

   Yo he entrado donde el tiempo me atropella,
porque si es toda el alma laberinto,
¿cómo podrán salir cuidados de ella?

De La prueba de los amigos



Arriba Abajo   Oscura y siempre triste y enlutada,
la gran viuda del Sol, noche estupenda,
cuya lustrosa toca reverenda
de holanda de la Luna fue cortada.

   Secretaria de Amor, noche callada, 5
haz que mis pasos ningún hombre entienda,
y darete una pieza por ofrenda
de la bayeta en mi color frisada.

   Noche, aquí vengo en busca de un ingrato,
ponme con él, haladle te prometo, 10
porque veas su injusto y mi buen trato.

   Descanse mi cuidado en tu secreto,
que es hijo de los días el recato,
y de la noche el amoroso efecto.



Arriba Abajo   Cárcel, prueba de amigos y venganza,
como dicen, de tantos enemigos,
que bastara decir prueba de amigos,
si un preso y pobre algún amigo alcanza.

   Si es falsa hasta las trojes la esperanza, 5
díganlo el tiempo y mis granados trigos,
pues eran todos de mi bien testigos
cuando estaban mis cosas en bonanza.

   Como otro Job me veo perseguido,
y aun mucho más; porque si Job vivía 10
en aquel muladar tan abatido,

   no vio la cárcel, que de sólo un día
que hubiera sus desdichas conocido,
trocara su paciencia por la mía.

De La quinta de Florencia



Arriba Abajo   Un término leal, un noble trato,
y un casto pecho, y un dolor profundo,
una paciencia, en quien las glorias fundo,
una templanza, un singular recato,

   hoy me ha de hacer magnífico retrato 5
del Alejandro de quien soy segundo,
pues más sus cosas que ha ganar el mundo
pueden hacer un príncipe beato.

   Si a Apeles Alejandro dio su amiga,
no hizo mucho, pues ya la había gozado, 10
yo doy mujer que a mi respeto obliga,

   por mostrar con mi pecho más honrado,
que basta que padezca y no lo diga,
para que de os dos quede premiado.



Arriba Abajo   Ni sé de amor, ni tengo pensamiento
que se incline a pensar en sus memorias,
que sus desdichas, como son notorias,
de lejos amenazan escarmiento.

   Sus imaginaciones doy al viento, 5
sirviéndome de espejos mil historias
y así, de la esperanza de sus glorias
aun no tengo primero movimiento.

   Amor, amor, no puedes alabarte
de que rindió tu fuego mi albedrío 10
ni que en campo voy de tu estandarte.

   Las flechas gastas en un bronce frío;
no te canses, amor, tira a otra parte,
que es fuego tu rigor, y nieve el mío.

Acto III, Escena I, JULIO


Arriba Abajo   Canta pájaro amante en la enramada
selva a su amor, que por el verde suelo
no ha visto el cazador que con desvelo
le está escuchando la ballesta armada.

   Tírale, yerra, vuelva y la turbada 5
voz en el pico transformada en hielo,
vuelve, y de rama en rama corta el vuelo
por no alejarse de la prenda amada.

   De esta suerte el amor canta en el nido,
mas luego que los celos que recela 10
le tiran flechas de temor de olvido,

   huye, teme, sospecha, inquiere, cela,
y hasta que ve que el cazador es ido
de pensamiento en pensamiento vuela.


Acto III, Escena IV, JULIO


Arriba Abajo   No es firmeza de amor entristecerse,
antes deben las penas desearse,
porque quien es discreto en emplearse,
tendrá por gloria el gusto de perderse.

   Amor en posesión no ha de entenderse, 5
que es honra del sujeto recelarse,
y puede en esperanza aventurarse
lo que con el silencio merecerse.

   Triste estará de su celoso estado
quien con amor indigno se entretiene, 10
pues no hay seguridad, donde hay cuidado.

   Del mal empleo la tristeza viene,
que cuando es el amor bien empleado,
no puede entristecer al que le tiene.


Acto IV, Escena I, FERNANDO


Arriba Abajo   Aquí, donde jamás tu rostro hermoso
planta mortal, divina Dorotea,
toque atrevida, tu sepulcro sea,
sin columnas de pórfido lustroso.

   El fénix yace en inmortal reposo, 5
no vuelva a renacer, ni el sol le vea,
construyéndole en vez de urna Sabea
mis lágrimas pirámide oloroso.

   ¿Mas que importa, si amor inmortaliza
el único milagro que deshace, 10
y a más eterno sol la pluma enriza?

   Remedio inútil entre peñas yace,
si del alma, que abrasa en la ceniza,
infante fénix del difunto nace.


Acto IV, Escena II, CÉSAR


Arriba Abajo   Pululando de culto, Claudio amigo,
minotaurista soy desde mañana;
derelinquo la frase castellana,
vayan las Solitúdines conmigo.

   Por precursora, desde hoy más me obligo 5
al Aurora llamar, Bautista o Juana,
chamelote la mar, la ronca rana
mosca del agua, y sarna de oro al trigo.

   Mal afecto de mí, con tedio y murrio,
cáligas diré ya, que no griguiescos, 10
como en el tiempo del pastor Bandurrio.

   Estos versos, ¿son turcos o tudescos?
Tú, lector Garibay, si eres bamburrio,
apláudelos, que son cultidiablescos.


Acto V, Escena III, CÉSAR


Arriba Abajo   La siempre excelsa, grave y gran coluna,
sobre cuya cerviz tan firme estuvo
la gloria de los Césares, que tuvo
en siete montes su primera cuna.

   Contra la envidia opuesta a la fortuna, 5
que su rueda magnánima detuvo,
cuando del sol la línea de oro anduvo,
hizo de todas sus victorias una.

   Esta, que fue de la ciudad sagrada
gloria y honor para mayor memoria, 10
a la casa de Enríquez se traslada.

   Que sustentando en sucesiva gloria
los arcos de su máquina dorada,
será columna de inmortal victoria.


Acto V, Escena IV, DOROTEA


Arriba Abajo   Quejosas, Dorotea, están las flores
que los colores los habéis hurtado
y la frígida nieve se ha quejado
de que mayores son vuestros rigores.

   Quejoso está el amor, que los amores 5
se han remitido a vuestro pecho helado
y el sol, que en vuestros ojos abrasado
desprecia los laureles vencedores.

   Quejosa está de vos naturaleza
por vuestra condición áspera y dura, 10
que para humana os dio tanta belleza.

   O menos perfección o más blandura,
que a presumir de vos tanta dureza,
¿cómo os pudiera dar tanta hermosura?


Arriba Abajo   Cuando de mi atrevido pensamiento,
Jacinta, los rigores imagino,
menos me atrevo y más me determino,
que sobra amor y falta atrevimiento.

   Desconocido a tu beldad intento 5
tirano pago a tu valor divino,
y, animándole, apenas imagino
verdugo de mi infamia el sentimiento,

   olvido ingrato, agradecido adoro,
aborrezco cobarde, amo atrevido, 10
llamo y huyo, quiero y no deseo,

   tanto mis penas y mis glorias lloro:
¿que mucho muera o viva arrepentido,
si he de perder la vida o el deseo?

En el prólogo al Excmo. Almirante de Castilla


Arriba Abajo   Alza la frente, de cristal ceñida,
que envidian los corales eritreos,
Manzanares humilde, a los trofeos
sacros al ave del Tusón vestida.

   Febo español, la luz restituida, 5
cándida más que en árboles sabeos,
hoy amanece en almas y deseos
por justos votos de su fénix vida.

   Sale de oscura noche más hermosa
la blanca aurora a repartir colores, 10
nieve al jazmín y púrpura a la rosa.

   Así Felipe dio rayos mayores,
y amaneciendo su salud dichosa,
los ojos almas y los campos flores.


Arriba Abajo   Ya que la hablar me quitas, a lo menos
las quejas no podrás, Leonarda ingrata.
Quéjase el mar, si el viento le maltrata;
tiembla la tierra en sus profundos senos;

   silban los troncos, de hoja y ramas llenos, 5
y hasta la rueda y clavazón de plata
de sus ejes a veces se desata
con voces de relámpagos y truenos.

   Quéjanse los delfines, los leones,
el toro, el tigre, y tú, como ellos, quieres 10
que calle la razón a mi despecho.

   Mas como todas fueron sinrazones,
no quieres que se sepa que tú eres
a la vista mujer, diamante al pecho.


Arriba Abajo   Tiernos, enamorados ruiseñores,
enseñadme a cantar tristes endechas;
cárceles verdes, de esmeraldas hechas,
con dulce parto producid colores.

   Pomposos cedros de olorosas flores, 5
ramas de mirra en lágrimas deshechas,
sin reparar en celos y sospechas,
cubridme, pues me veis morir de amores.

   Para ver si le busco enamorada
se fue mi labrador. Sin su presencia 10
ninguna luz, ningún lugar me agrada.

   Y aunque en todos asiste por potencia
un alma a sus regalos enseñada,
¿cómo podrá sufrir de Dios la ausencia?



Arriba Abajo   Si fui más luz que el sol, si mi nación,
la patria celestial, reinó sin fin;
si por la pompa cedro de Sethín;
si por la altura alcázar de Sión;

   si por ciencia, divino Salomón; 5
si por belleza, Aurora de jazmín;
si por naturaleza, Querubín;
si Dios por pensamiento y presunción;

   ¿cómo temo que ya pena me den
los verdes campos del segundo Adán, 10
aunque sembrados de su mano estén?

   Mas ¡ay! que con razón pena me dan,
pues siembra Dios el trigo de Belén
en tierra virgen para darles pan.


Arriba Abajo   Áspides coge, fieras sierpes cría,
mirando está fogosos basiliscos,
con la piedra de Sísifo los riscos
sube donde jamás ha entrado el día;

   come a la mesa entre una y otra arpía, 5
trepa los egipcianos obeliscos,
entre lobos olvida los apriscos,
y el libre viento encarcelar porfía:

   del griego Ulises vence los engaños,
necesitado entre parientes pasa, 10
que sólo sirven de doblar sus daños,

   quien piensa, con ser Argos de su casa,
después que ya cumplió veintidós años,
guardar una mujer, si no la casa.

De La tragedia del rey don Sebastián y Bautismo del Príncipe de Marruecos



Arriba Abajo   Solicitad del bien de lo que se ama,
llaman amor, los que de amor entienden,
porque cuanto imaginan y pretenden,
es su aumento de vida, gloria y fama.

   El gusto propio amarse así se llama, 5
los que esto intentan al amor ofenden,
los que el ajeno bien miran, y emprenden,
estos amor, de honesto amor inflama.

   Si procuro mi gusto, a mí me quiero,
y si el ajeno tengo por más justo, 10
señal es que mi amor es verdadero.

   Amar el propio bien, es gusto injusto,
que sólo quiere con amor sincero,
quien se aborrece por amar su gusto.

Acto I, EL INFANTE DON VELA


Arriba Abajo   Amor, no ha sido trato de hombre honrado,
que entrándome a burlar libre contigo,
me hayas dado tan áspero castigo,
que hasta la libertad me hayas quitado,

   el alma, siendo huésped, me has robado, 5
y la vida, con máscara de amigo;
si yo pensara tanto mal conmigo,
no me salieras al camino armado.

   Amor, grande es tu fuerza, amor, tu entrada
fácil se muestra, pero siempre oscura 10
la salida, de engaños atajada.

   Ya conocí, aunque tarde. mi locura;
que no es bueno esgrimir con blanca espada,
ni probar libertad en hermosura.



Arriba Abajo   Altos montes nevados, que aun apenas
la verde hierba descubrí tres meses,
de cuyos jabalíes y monteses
cabras tengo estas altas puertas llenas;

   pinos, que mientras sois del amar antenas, 5
de alba escarcha os vestís blancos arneses;
fuentes, que por los pies de estos cipreses
corréis en jaspes y laváis arenas;

   Selvas oscuras, donde sólo el nombre
de aquella que Narciso amar solía, 10
hace al pastor que su respuesta asombre,

   muy buenos sois para gozar un día;
mas para la mujer, fuera del hombre,
no ha hecho el cielo alegre compañía.



Arriba Abajo   No sé que siento del desdén que veo,
puesto que a este hombre amor jamás le tuve;
dejé buscada, amada me detuve,
y olvidada parece que deseo.

   Ahora, amor, tus grandes fuerzas creo, 5
cuando más lejos de probarla estuve;
de tus rayos, amor, fue el desdén nube
y el desengaño de este nuevo empleo.

   Quiero olvidada, y no he querido amada;
olvido engendra amor, y amor olvido; 10
quien huye amando, vence la batalla.

   Esto es verdad, que siempre en la jornada
del amar la mujer al hombre, ha sido
rodeo servilla, atajo desprecialla.

De La vengadora de las mujeres



Arriba Abajo   ¿Qué pretende mi loco pensamiento
volando al sol con alas atrevido?
Un loco amor que le ha desvanecido,
por su hermosura, en la región del viento.

   Disculpase de tanto perdimiento 5
con decir que es mejor morir perdido;
que ninguno murió por atrevido
sin fama de su mismo atrevimiento.

   Mas ¿qué gloria, qué títulos, qué nombre
puedo esperar cuando me alienta el aura 10
de su favor, cuando el temor me asombre?

   Pues es forzoso, si mi ser restaura,
ya que el ser aborrece por ser hombre,
deja de ser para querer a Laura.



Arriba Abajo   ¿Qué es aquesto? Lisardo se ha atrevido
a rendir mi opinión libre y gallarda,
y aflígeme el amor porque se tarda,
que es tirano que aflige resistido.

   Síguele el corazón, y convencido, 5
rendido, es fuerza lo que al fin aguarda,
y aunque resista, el alma se acobarda,
y, enferma la razón, se da a partido.

   Mas yo, que con mi espíritu peleo,
defiendo mi razón con mi disculpa, 10
y cuando ya se rinde mi entereza.

   Antes quiero a las manos del deseo
morir del mal por encubrir mi culpa,
que buscar el remedio en mi flaqueza.


Arriba Abajo   Digo, Señor, que luego al mismo punto
que en la mar le lanzamos, se abrió el cielo:
o fuese que Mahoma por castigo
o premio de su humilde sufrimiento

   lo quiso colocar en la alta silla, 5
o sepultar en el abismo eterno,
que con nuevos relámpagos y truenos
se desapareció en aquel instante,

   y yo quedé esperando grande rato
por traerte siquiera algún indicio; 10
pero luego la mar, muy sosegada,

   y el cielo sin dar muestras de mudanza.
No sé que sienta en tan gran prodigio;
sí te decir que vine amedrentado.


Arriba Abajo   Próspera me sucede la Fortuna,
notablemente ayuda a mi deseo,
pues ya tan cerca mi venganza veo;
y sin temor, dificultad ninguna.

   Oscurece tus rayos, blanca Luna, 5
si el de mi espada en un tirano empleo,
cuyo delito temerario y feo,
por venganza, a los cielos importuna.

   Un pobre hidalgo soy, la empresa es alta;
mas no merece caso tan piadoso 10
el fin que me amenaza y sobresalta;

   ni yo merezco el nombre de alevoso;
que con la industria, si la fuerza falta,
se vence al enemigo poderoso.

De La ventura sin buscarla



Arriba Abajo   Un áspid traje dentro de mi pecho,
o entre las hierbas escondido acaso:
probé ignorante de veneno el vaso,
que ya pone mi vida en tal estrecho.

   A la contraria espada fui derecho, 5
y al vivo incendio con ligero paso,
donde apenas le digo que me abraso
a quien entre sus llamas me ha deshecho.

   Alíviase la pena cuando es dicha,
porque suele la queja socorrella, 10
y poderse quejar del mal es dicha.

   Mas ni tan poco bien me dio mi estrella
que siendo por mi causa mi desdicha,
Cómo puedo quejarme de tenella?



Arriba Abajo   Altas montañas, donde el cielo llueve
blancas defensas contra el Sol que os gasta,
amor en sus principios me contrasta,
mi pecho sepultad en vuestra nieve.

   Que resistencia a su rigor se debe 5
en una voluntad sencilla y casta,
si la del tanto honor apenas basta
cuando furioso a la razón se atreve.

   Carlos me va mirando con vergüenza,
ya por lo menos que me quiere creo, 10
que de creerse amar amor empieza.

   Encierro el bien, y cierro el daño veo,
pues me dice el honor que huyendo venza
y tiéneme los pasos el deseo.



Arriba Abajo   Amor desconcertado, qué es tu intento?
De locos eres ya reloj sin cuerdas,
y no es razón que las potencias pierdas,
que son de tu concierto el movimiento.

   La vida, que te sigue corre atento, 5
porque jamás con la razón concuerdas
y aunque despertador que nos recuerdas,
pocas veces el bien, sólo al tormento.

   Que aprisa que das horas de desvelos,
cuando se desconcierta la armonía 10
de las correspondencias de los cielos.

   Ya te has hecho de Sol, que en pardo día
como te da con sombra de los celos
jamás señalas hora de alegría.

De La victoria de la honra



Arriba Abajo   A las reliquias que en distancia poca
dejó la boca de mayor dulzura,
pondré abrasada la que ya procura
saber si en esta tierra el cielo toca.

   Alma de amores de aquel Ángel loca, 5
ya lo mortal del cuerpo os asegura
el barro que tiñó su grana pura,
presa en las perlas de tu dulce boca.

   Amor, ya que te doy laurel y palma,
o si mi boca aqueste barro fuera, 10
y el agua el alma que me deja en calma.

   Porque mis labios en los suyos viera,
y ella en el agua me bebiera el alma,
que si fuego me dio, fuego le diera.



Arriba Abajo   Tarda Lope, y camina mi deseo,
que es como el tiempo, que callando pasa;
mucho tarda en saber sólo una casa
si no es que de ir al cielo fue rodeo.

   En la ribera de la mar me veo 5
puesto. ¡Qué playa tan desierta y rasa!
El agua temo, y el amor me abrasa.
¿Qué haré sin Norte, qué pasar deseo?

   ¿En qué tardan, peón, tus pasos viles
para saber la casa de una dama? 10
Mas, ¿guárdanla caballos, hay alfiles?

   ¡Qué mal se entabla el juego de quien ama
que en no siendo las tretas muy sutiles
la vida cuesta el mate de la fama!



Arriba Abajo   En duda de mis celos honra grave,
mejor es inclinarme a mi sosiego;
si los celos son lince, amor es ciego,
y no quiere buscar lo que no sabe.

   Si voy seguro al puerto con mi nave, 5
¿quién me vuelve a la mar cuando ya llego?
pero ¡ay de mí!, que si en el alma hay fuego,
¡qué importa que los ojos tengan llave?

   No son de hombre discreto estos oficios,
aunque con el temor el honor lucha; 10
que averiguar los celos por indicios,

   o sea con razón, pequeña o mucha,
es como quien escucha por resquicios,
que le pesa después de lo que escucha.



Arriba Abajo   Corren los días, y el que ya los pasa,
si es cuerdo, el fin que ha de llegar previene;
mira las prendas que en su casa tiene;
que es bien, partiendo, concertar la casa.

   Rómpese la columna, mas la basa 5
en pie se queda, y aumentarse viene
el edificio que el honor contiene,
si no es que el tiempo hasta el cimiento abrasa.

   Dos hijos tengo, que me dan enojos
hasta que su remedio se concierte, 10
porque son de mis ojos los despojos.

   Esto el partir y la razón no advierte,
porque como los hijos son los ojos,
conviene concertarlos con la muerte.

De La vida de San Pedro Nolasco



Arriba Abajo   Virgen hermosa, oliva cuyas flores
dieron el óleo que no dio la vida;
cándida Aurora que del sol vestida,
cielo y tierra cubrió de resplandores;

   Tú que de Dios los círculos mayores 5
cuadraste en tu clausura esclarecida,
donde la inmensidad se vio ceñida
de tus siempre purísimos candores:

   ¿Qué oliva que pretende maltratalla
es esta que provoca a socorrella 10
con lenguas de hojas cuando el mundo calla?

   Decidme si podré favorecella,
que si decís que puedo remedialla,
iré a buscalla y moriré por ella.



Arriba Abajo   En vano, locos pensamientos míos,
tuvisteis confianza en mis engaños,
después ¡ay triste! de pasar dos años
sufriendo penas y mi amor desvíos.

   ¡Oh fin de los humanos desvaríos! 5
A la sombra del bien están los daños,
pues en el mar de tantos desengaños
entras mis ojos, caudalosos ríos.

   No infames, necio amor, el grave alarde
de tus triunfos, si prósperos, crueles; 10
que las bajezas se remedian tarde.

   Triunfa de capitanes como sueles,
porque rendir una mujer cobarde
será afrenta inmortal de tus laureles.


Arriba Abajo   No hay cosa de temor que no se nombre
con el nombre de ausencia justamente,
la ausencia es noche, porque el sol ausente
hace que el mundo su tiniebla asombre.

   La ausencia es muerte, porque muerto un hombre 5
mortales ojos no le ven presente,
la ausencia es deslealtad pues que consiente
que se difamen la opinión y el nombre.

   Pues con un enemigo tan extraño
justamente a la muerte se apercibe, 10
quien antes de venir conoce el daño.

   O mal que en el principio el fin recibe,
pues antes de llegar el desengaño,
es desdichado quien ausente vive.



Arriba Abajo   Sube tal vez alguna débil parra,
por el tronco del álamo frondoso,
hasta su extremo sin hallar reposo
y está loca en sus brazos de bizarra.

   Tal vez del gavilán la veloz garra 5
vence la cuerva, y sube el caudaloso
arroyo al monte, y en su extremo hermoso
desestima la margen de pizarra.

   Llega a ser mar el más humilde río
cuando por las riberas le concede 10
que tome de sus aguas señorío.

   Luego podré, si el de mi llanto excede
igualar estos brazos, Félix mío,
pues cuanto quiere amor todo lo puede.



Arriba Abajo   Halla el herido ciervo de la hierba
de la flecha veloz, en cristal puro
de clara fuente, alivio, y por lo oscuro
del monte llama a su amorosa cierva.

   El unicornio cándido preserva 5
todo animal del áspid fiero y duro;
en verdes brazos de álamo seguro
el ruiseñor su pájaro reserva.

   La medicina, a enfermedades graves
con que este ser mortal nos pone asedios, 10
halla reparos dulces y suaves.

   A todos dio Naturaleza medios,
¡y yo sólo entre fieras, hombres y aves,
para afrentar nací de sus remedios!



Arriba Abajo   Pidió Faetón al Sol el carro de oro,
venció al importunado padre el ruego,
diole las riendas, y corriendo luego,
vino a pasar sobre el Atlante Moro.

   Allí vertiendo de uno, y otro poro 5
en cambio de sudor llamas de fuego,
cayó sobre el Herídano, que ciego
le dio sepulcro en lamentable coro.

   No menos yo por más ardiente Polo
el carro de este Sol a llevar pruebo, 10
ingrata más que Dafne con Apolo.

   Hoy a mayor hazaña el alma atrevo,
pues si aquel se perdió con un Sol solo
yo con dos soles que en tus ojos llevo.

En el prólogo Lope dirige este soneto a Guillén de Castro, caballero valenciano


Arriba Abajo   Fenisa Dido, que en el mar Sidonio
las rocas excediste conquistada,
y en limpia cantidad jamás violada,
conservaste la fe del matrimonio.

   Perdona el atrevido testimonio, 5
no por ser de Virgilio celebrada,
mas porque ya de don Guillén honrada
rompe su enojo, y su Epigrama Antonio.

   La diosa que en la mar nació de espuma,
adore por tus sus versos su belleza, 10
pues te levantan a grandeza suma.

   Rinde a su dulce ingenio tu aspereza,
que más gana su fama con tu pluma,
que pierde en ser burlada tu firmeza.



Arriba Abajo   El agua que corrió de clara fuente
por cristalino surco al verde prado,
detiene el labrador, porque el sembrado,
acuda con más próspera corriente.

   No sale el agua, que los muros siente 5
del césped, que por uno y otro lado
cercan su arroyo, que en la presa atado
hacen, que al ser estanque, el curso aumente.

   Así sucede amor en sus antojos
cuando el honor del resistirse vale, 10
callando penas y sufriendo enojos.

   Déjale el alma que la presa iguale,
y brota por los cercos de los ojos
o rompe la pared y junto sale.



Arriba Abajo   No sé que tengo, dulce pensamiento,
que en un instante mismo lloro, y río,
solicito lo mismo que desvío
y tengo en el temor atrevimiento.

   Entristéceme a veces el contento 5
y en la misma esperanza desconfío,
que puede ser el sentimiento mío?
que sin sentir la causa el daño siento.

   Mas quien a un tiempo espera, y desconfía,
está triste, y alegre, qué pregunta? 10
pues que responde, amor, la causa es mía?

   Amor, que por la vista el alma apunta,
¿qué quiere? espera, teme, abrasa, enfría,
y en un sujeto mil contrario junta.

De Las aventuras del hombre




Arriba Abajo   Hermosa Virgen, si alabaros quiero
por hermosa, por Virgen, por prudente,
noble, humilde, magnánima y valiente,
puesto que en todo a todos os prefiero;

   miro a Judit sangriento el blanco acero; 5
y, clavando de Sisara la frente
fuerte a Jael, a Débora elocuente,
y a la humilde Esther rendida a Asuero:

   la gracia de Abisag, y la dulzura
de Abigail, que un rey venció con ella, 10
y de Raquel la cándida hermosura.

   Pero ninguna tuvo, Virgen bella,
después de ser más santa, honesta y pura,
gozo de Madre y honra de doncella.

De Las Batuecas del Duque de Alba



Arriba Abajo   Imaginanzas del bien mío perdido
pernotan mi dolor y mi deseo,
y los romuzgos del dolor, que creo
de so quicial sonsaca mi sentido.

   Amor metiera y face que atrevido 5
mi esprito se adelanta al mal que veo;
que non hay caso de pensar tan feo
que amando non se tenga prevenido.

   Crece el camino, la esperanza cae,
y en soras cual sosiego la entretiene, 10
encaramillotada se destrae.

   Dos deseos, en fin, quien ama tiene:
uno que va por bien y non le trae,
y otro que va por mal, y siempre viene.



Arriba Abajo   Quedan los campos cuando el sol se zampa
y de los nuevos ojos se zabulle,
tales, que ni ave canta, ni agua bulle;
todo parece que su luz lo escampa.

   El oso cae en la acechanza y trampa, 5
la trucha por lo fondo se escabulle,
non hay casada tórtola que arrulle
ni ganado en la arena cama estampa.

   En viéndole enhebrar sus hebras de oro,
asómase la noche fresca y fría, 10
todo lo llora en lamentoso coro.

   Yo soy campo vestido de alegría,
y en soras que me falta el sol que adoro,
la negra noche que sociede el día



Arriba Abajo   Asperísimas peñas, donde apenas
ha llegado jamás estampa humana,
en cuyas fuentes vierte la mañana
escarcha en vez de flores y azucenas.

   Montañas de sombríos y hayas llenas, 5
último fin de mi esperanza vana,
antigua sierra de tu nieve cana,
castillo que de hielo forma almenas.

   Profundos valles del oscuro invierno,
lóbrega habitación,, piedras que trae 10
de su famosa lluvia el curso eterno.

   Que bien puedo decir que amor me trae
a morir entre el cielo y el infierno,
si de vosotros mi esperanza cae.

De Las bizarrías de Belisa



Arriba Abajo   Canta con dulce voz en verde rama
Filomena dulcísima a la Aurora,
y en viendo el ruiseñor, que le enamora
con recíproco amor el nido enrama.

   Su tierno amante por la selva llama 5
cándida tortolilla arrulladora,
que si el galán el ser amado ignora,
no tiene acción contra su amor la dama.

   No de otra suerte al dueño de mis penas
llamé con dulce voz en las floridas 10
selvas de amor, que oyendo el canto apenas;

   se vino a mí las alas extendidas,
porque también hay voces Filomenas,
que rinden almas y enamoran vidas.


Arriba Abajo   ¿Qué es esto, locos, pensamientos míos,
que andáis cubriendo al mundo con engaños
la causa desigual de vuestros daños,
fingiendo melancólicos desvíos?

   La gravedad disfraza en hielos ríos 5
las llamas, que no admiten desengaños,
que amor que no se templa con lo años,
obliga a temerarios desvaríos.

   Crecen de mi dolor las asperezas,
y en tanto mal ¿cómo callando espero 10
amores, celos, iras y firmezas?

   Los que me miran con rigor tan fiero,
a Alejandro atribuyen mis tristezas,
¡y nacen mis tristezas de Rugero!



Arriba Abajo   Aquí dio fin mi loco pensamiento,
y fue muy bien que aqueste fin tuviese,
pues para que del cielo al mar cayese
tuvo principio en la región del viento.

   A conquistar el Sol subió mi intento, 5
fundado en que el Amor lo defendiese;
mas no quiso su luz que se luciese,
para menos rigor, su atrevimiento.

   Cayó mi pretensión, y en sus desmayos
su victoriosa luz quedó segura, 10
entre verdades, permitiendo ensayos.

   Mas no me negará tu lumbre pura;
aunque las plumas me abrasé sus rayos,
fui sol mientras gocé de tu hermosura.

De Las Cortes de la Muerte




Arriba Abajo   Si lo puedo decir, a mi malicia
debéis la gloria que tendréis triunfando,
pues perdonando, más que castigando.
satisfacéis, Señor, vuestra justicia.

   Si fue morir vuestra mayor delicia, 5
más consigue su afecto perdonando,
y así me vuelvo a Vos, considerando
vuestra piedad a mi perdón propicia.

   Si a tanto padecer para valerme
no podéis igualar con castigarme, 10
perdonarme debéis, agradecerme.

   Perdonadme, Señor, para ganarme;
que perderéis la gloria con perderme
que os ha de resultar de perdonarme.

De Las cuentas del Gran Capitán



Arriba Abajo   La opinión general pinta desnudo
al ciego Amor, y en esto no se engaña,
que cuando de intereses se acompaña
no lo es, ni lo será, ni serlo pudo.

   Dicen que es gala al tosco, ingenio al rudo, 5
propia amistad, correspondencia extraña,
mano al avaro, y al inhábil maña,
freno al soberbio y al cobarde escudo.

   Dicen que es un defecto que conquista
la hermosura en quien hace el alma empleo, 10
sin que prudencia humana se resista.

   Yo digo que es amor, y en mí lo veo,
un animal que le engendró la vista,
dio vida el trato y manos el deseo.

De Las famosas asturianas



Arriba Abajo   Non queda más helado y pavoroso,
zabulléndose el sol, el pajarillo
que de uno y otro pálido ramillo
fabricaba su nido artificioso,

   que yo sin ti, dulce desdén hermoso, 5
tanto, que de vivir me maravillo,
posándome por horas el cochillo,
desesperanzas de mi bien dudoso.

   ¿Vaste a León? Bien faces, que ese nome
conviene a tu cruel naturaleza; 10
diamante que no hay sangre que te dome,

   deja para las fieras la dureza,
que Dios hizo la fembra para el home,
y non para ti misma tu belleza.



Arriba Abajo   En libertanzas de soltera vida
pasé lo joven de mis verdes años,
enojos fice al tiempo, a amor regaños;
que non me tuvo por jamás rendida.

   Cuidaba yo que era pasión fingida 5
cuando sentía encaramar sus daños.
¡Coitada! ¿qué fare? que mis engaños
me llevan a la muerte de corrida.

   Fabla de amor quien su rigor non sabe,
y con el sabio el ignorante arguye; 10
mas guarde el corazón que non le trabe.

   Pero si al tiempo el tiempo restituye,
¿de qué sirve fuir? que amor es ave,
y alcanza con las alas a quien huye.

De Las flores de don Juan, y rico y pobre trocados



Arriba Abajo   Quien no supo del mal, dice un poeta
que no merece el bien, y yo podría
decir que quien el mal no conocía
tendrá con él el alma más inquieta.

   No hay vida humana a más dolor sujeta 5
que la que del descanso que tenía
vino a tan bajo estado, que o hay día
que miserable fin no le prometa.

   No puse mi esperanza en cosa alguna
en que tuviese firme confianza, 10
más que en los cursos de la blanca luna.

   Cual el principio fue, tal fin me alcanza,
que el mar, el fuego, amor y la fortuna
no piensan que lo son sin la mudanza.



Arriba Abajo   Casáronme mis ojos, mis oídos,
mi voluntad, mi propio entendimiento,
dando con la razón consentimiento
al consejo de todos mis sentidos.

   No tan precipitados ni atrevidos 5
que los cegase un loco pensamiento,
que antes en este mar del casamiento
los ha embarcado el alma prevenidos.

   Amor, yo te agradezco las porfías
con que tantos dulcísimos engaños 10
rindieron hoy las altiveces mías.

   Y cuando de este bien resulten daños,
por el placer de los primeros días
te perdono el pesar de muchos años.

De Las paces de los Reyes y Judía de Toledo



Arriba Abajo   No te engrandezcas ya, ¡oh mar de España!
por las riquezas que en tus ondas crías,
pues más que de tus ondas nos envías,
las tiene el Tajo, que estos olmos baña.

   Si en altas naves por la tierra extraña 5
el oro esparces de tus venas frías,
mejor le hallan aquí las manos mías
entre su verde juncia y espadaña.

   Si por coral te alabas, unos labios
vencen el árbol que en tu seno crece, 10
con fruta que enloquece a los más sabios.

   Pues si lustroso nácar te enriquece,
puede hacer a las tuyas mil agravios
la perla que en sus aguas resplandece.


Arriba Abajo   Cuando mi libertad, contemplo y miro
que me quitaron unos ojos bellos,
y veo el alma con servitud por ellos,
lloran los míos, y de amor suspiro.

   No de su luz hermosa me retiro, 5
ni de que el alma se me abrase en ellos,
que sin la posesión bastara vellos,
tanto su gloria y su grandeza admiro.

   Cuando yo considero que soy suya,
y que mis celos y disgustos causa, 10
adoro y beso la áspera cadena.

   Que no puede haber mal que me destruya,
que en consideración del que es la causa,
no vuelva bien el mal, gloria la pena.


Acto II, EL PRÍNCIPE ORANTEO


Arriba Abajo   Si quise bien seis años, como entiendo,
que olvido me bastó de sólo un día?
mas si me abraso, que es lo que me enfría?
y por qué si me hielo, estoy ardiendo

   Cómo, si vivo alegre, estoy muriendo? 5
cómo si huyo, acometer querría?
y quién, cuando acometo, me desvía,
y me deja morir, si me defiendo?

   Quién si me rindo, me concede palma?
y quién me dice, que el dolor rehuya, 10
o que pierda el sentido y desespere?

   Honra y amor, que luchan en mi alma,
que el uno quiere que ofendido huya,
y el otro que agraviado desespere.



Arriba Abajo   Hay más en que me siga mi fortuna,
faltábame ya más que infamia tanta,
que cosa contra mí no se levanta,
pues hasta la más baja me importuna.

   Ya se me cubre el cielo, el sol, la luna, 5
y tengo puesta el agua a la garganta,
la muerte misma de mi mal se espanta,
que vida muerte no se vio ninguna.

   Otavio infame, quiere infame hacerme,
el Príncipe con él quiere casarme 10
por mostrar lo que pudo aborrecerme.

   Y estoy contenta de que vengo a hallarme
a tiempo que no queda mal que hacerme,
pues ya no queda mal con que probarme.



Arriba Abajo   Gentil ha sido el fin con que remata
mi historia el duro amor, porque me acuerde
que a la virtud, a quien la envidia muerde
no puede la verdad mostrarse ingrata.

   Ya mi esperanza hasta morir dilata, 5
no como el árbol que las hojas pierde,
pues espera que presto será verde
lo que el invierno encubre, escarcha y plata.

   Ya como planta seca estoy desnudo,
niégame humor la tierra, el sol me niega 10
la vida, el cielo su rocío dorado.

   Efectos son de amor, amor lo pudo,
un ciego, que da vista a cuantos ciega,
para que vean los que ha engañado.

De Lo cierto por lo dudoso



Arriba Abajo   Saca en el Marzo agricultor moderno
verde naranjo en apacible día,
viendo que de los peces se desvía
el sol, que vuelve a su principio eterno.

   Mas vuelve al fin el riguroso invierno, 5
y así la primavera desafía,
que toda aquella verde fantasía
rinde a las armas, desmayado y tierno.

   ¡Ay, débil esperanza, que así fuiste!
Pues cuando te saqué (que no debiera) 10
al sol de la mudanza que tuviste,

   en vez de la esperada primavera,
volvió el invierno riguroso y triste,
para que yo sin esperanza muera.



Arriba Abajo   ¡Con qué justa razón a la esperanza
dieron nombre de flor, pues que la imita
en que tan brevemente se marchita,
que tiene entre las hojas la mudanza!

   Lustrosas perlas a la aurora alcanza, 5
de matizados círculos escrita;
belleza que la noche solicita
pera perder su ardor en su templanza.

   Sembraba yo, porque la tierra nueva
me prometió de amor ricos favores: 10
¡Ay, loco engaño, de mis celos prueba!

   ¿De qué sirve sembrar locos amores,
si viene un desengaño que se lleva
árboles, ramas, hojas, fruto y flores?



Arriba Abajo   Si yo las flechas del amor tuviera,
de vos a todo el mundo enamorara,
y en torres de diamantes os guardara,
porque después de amaros nadie os viera.

   Que tanto me quisiérades hiciera, 5
que de otro ningún bien se os acordara;
el pensamiento a una cadena atara,
y la imaginación os suspendiera.

   Y si pudiera yo, con una llave
cerrara al tiempo el curso presuroso 10
en esa dulce juventud suave,

   porque jamás en ese rostro hermoso
la edad pusiera cosa menos grave,
ni yo pudiera ser menos dichoso.



Arriba Abajo   Cuando sin penas yo pudiera amaros
(que sin celos no puede ser quereros),
para tenerlas suspendiera el veros,
pues el penar por vos fuera obligaros.

   Quereros sin costarme aventuraros 5
era quererme a mí, y era ofenderos,
que más quiero obligaros y perderos,
que, sin quereros obligar, gozaros.

   Glorias solas de amor amor condena;
penas quiero por vos, que la memoria, 10
si asiste a solas glorias, es ajena.

   Penar amando es la mayor victoria,
y si amor es amor por lo que pena,
por teneros amor, no quiero gloria.


Arriba Abajo   Amor me puso en tanta desventura
la verde primavera de mis años,
que pensé por el mar de sus engaños
en vez del puerto hallar la sepultura.

   Y aunque este fuego en las cenizas dura, 5
ya con menos vigor siento sus daños;
amé con celos, mas con desengaños
no pienso que es amor, sino locura.

   Bien pueden mientras viven engañados
confesarse en la fe de amor fingido, 10
de un ofendido amante los cuidados.

   ¿Y qué importa que quiera el ofendido?
Que quien ama con celos declarados,
ya llega a los principios del olvido.



Arriba Abajo   Mi Dios, cuando por burlas fui cristiano
y me llamastes a tan altas veras,
representaba burlas verdaderas
en el teatro de mi intento vano.

   Mas como el auditorio soberano 5
en las gradas de altísimas esferas,
y vos por las celestes vidrieras
vistes de mi comedia el acto humano,

   he pensado que lástima tuviste
que estuviese en tan mala compañía, 10
y que para la vuestra me quisiste.

   Dadme partido vos, que yo querría
estar con vos, pero si entero os diste,
en vos acabe la comedia mía.

De Lo que está determinado



Arriba Abajo   ¡Hayas del monte, en qué piedad tan justa
dio vida a quien mataba los consejos
de un astrólogo vil; sombrosos tejos,
que infame vistes la grandeza augusta;

   encina, en cuya bárbara y robusta 5
corteza vi sus ojos como espejos,
y los rayos del sol surtir reflejos,
lágrimas de que el cielo tanto gusta,

   ¿qué se hizo el niño, que al llorar suave
movió las piedras? ¿Quién le puso el nombre? 10
¿Quién le guardó, si es éste ilustre y grave?

   Pero no será justo que me asombre,
que lo que guarda Dios Él mismo sabe
como se libra del poder del hombre.



Arriba Abajo   Huesos que a tantos les habéis quitado
la carne hasta dejarlos en los huesos,
huesos que por la cara tengo impresos
los mismos puntos, quien os ha pintado.

   Huesos que habéis a tantos obligado 5
a decir y aun hacer tantos excesos,
tan inquietos en todos los sucesos,
me parecéis de huesos de azogado.

   Yo os conjuro y os maldigo cuanto puedo,
que lo malo no tengo que alaballo, 10
aunque tras esto satisfecho quedo.

   Que la mujer, el dado, y el caballo
sienten el hombre que les tiene miedo
y todos tres procuran derriballo.



Arriba Abajo   ¿Qué monstruo, tiene Libia, por su ardiente
arena, ni que fiera el campo Albano?
¿Qué peste con rigor tan inhumano,
se lleva las tres partes de la gente?

   ¿Qué rayo abrasa el aire transparente? 5
¿Qué Hircana tigre al cazador tirano
sigue hasta el mar, qué sierpe, qué el villano
rústico pie sobre la concha siente?

   ¿Qué furia tanto con la guerra injuria
la paz del mundo, que sin ellas fuera 10
libre de todo mal de tanta injuria?

   Que una mujer airada es monstruo, es fiera,
es peste, es rayo, es tigre, es sierpe, es furia,
y muere bien, como vengada muera.



Arriba Abajo   Si el soberano Alá ciño mi frente
de cuanto mira en Asia el sol hermoso,
y estremece mi nombre victorioso
a los últimos cercos de occidente,

   ¿cómo es posible que el respeto intente 5
de un vil esclavo detener furioso
el curso de mi gusto poderoso
y que mi agravio a mi vasallo afrente?

   ¿Qué temo a quien el ser que tiene he dado
mis gobiernos, mis firmas, y mis sellos? 10
Que temer un señor a su criado

   es temer la cabeza a sus cabellos,
un pintor la figura que ha pintado,
y el que hace vidrios de beber en ellos.

Acto I, Escena VIII, ALBANO


Arriba Abajo   Cándida y no pintada mariposa
Silvia al fuego acercó, sin ver el fuego,
pero, sin ser su centro, él mismo luego
quiso templarse en nieve tan hermosa.

   «No es esa, no, tu esfera luminosa», 5
dijo el Amor, que entonces era ciego;
«que yo soy rayo y tiemblo cuando llego
a nieve de mi fuego victoriosa.»

   Sordo a su aviso, cuanto más ardiente,
el muro de la nieve fue pasando, 10
puño a una mano de sí misma ausente.

   El fuego está riendo, Amor llorando,
crece la llama, y Silvia no la siente;
¡quién fuera lo que estaba imaginando!



Arriba Abajo   Laura, ¿quién son aquellos embozados,
al mismo niño Amor tan parecidos,
que no lo fueron por andar vestidos,
y quieren encubrirse declarados?

   ¿Aquellos envidiosos desvelados 5
con lo que más adoran, más fingidos
que quieren de esos pechos ofendidos,
siendo traidores, presumir de honrados?

   ¿Aquellas sombras que despiertan sueños,
y aquel sueño de amor con mil desvelos 10
de ardientes llamas y accidentes fríos?

   Estas del miedo y de la envidia señas,
¿quién duda que dirás que son tus celos?
Pues, Laura, no lo son, que son los míos.

De Lo que pasa en una tarde



Arriba Abajo   Seguiré las estampas, áspid fiero,
de tu nieve veloz, para que quedes
laurel aquí, pues al de Apolo excedes,
de cuyos brazos coronarme espero.

   Pésame que este sitio lisonjero 5
te muestre porque vueles cuanto puedes
con arena sutil, verdes paredes
y sendas limpias a tu pie ligero.

   Mas no serás laurel para no darme,
aquel honor que la virtud procura 10
si quiero de tus brazos coronarme.

   Ni puedo yo tener tanta ventura,
pues antes, por huir y por dejarme,
te querrás convertir en fuente pura.

De Los acreedores del hombre



Arriba Abajo   En el papel de mi confusa vida,
dándome tinta mis cansados ojos,
pluma el dolor, a ti de mis enojos
remedio y luz ya por mi mal perdida,

   con mi cuidado escribo, que te pida 5
que consideres de quien sois despojos,
siendo tu hechura, aunque al sentir antojos
de tu divina cara me despida.

   Cesen ya tus enojos y desdenes,
que no me olvido yo, si en ti confío, 10
de la piedad y del poder que tienes.

   Ni puedo hacer, que es loco desvarío,
aunque lo dicen dejación de bienes,
pues no te dejo a ti, solo bien mío.


Arriba Abajo   Amor, pues que de Dios te precias tanto,
¿cómo pagando mal estás contento,
si estima el agradecimiento,
come la voluntad y bebe el llanto?

   A Octavia desagrado, a Octavia espanto 5
con mi tierno, aunque justo pensamiento,
y véngola a seguir, siguiendo el viento,
pues a su sol sin alas me levanto.

   Pasos perdidos, donde vais acaso
guiados por la fuerza de un deseo, 10
por quien tan graves desventuras paso.

   Un hidrópico amor me enciende y creo
que cuanto más me hiela más me abrasa
y más le busco cuanto más le veo.


Arriba Abajo   Si fuera en rostro un ángel de los Cielos,
o como fue Absalón, Leonardo fuera;
si su frente más oro enriqueciera
que al rojo dios que adoran Delfo y Delos.

   Y si con más doseles y más velos 5
que el monarca mayor se descubriera,
y si las armas y piedad tuviera
que a Dido dieron fuego, a Juno celos.

   Cuando tuviera de Sansón la trenza;
el brazo de Héctor, del Amor la aljaba; 10
de Jasón la ventura y la vergüenza:

   por la sangre que apenas hoy se leva,
no le tuviera amor; que amor comienza
por amistad, aunque en disgusto acaba.


Arriba Abajo   Honra bien sabe lo que sois, bien sabe
que no vive, aunque viva, quien no os debe
afrenta, a quien os tiene bien le viene
que en la satisfacción la vida acabe.

   Aunque es hermoso el Sol, ya vemos ave 5
que huyendo del de noche se mantiene,
la vida es dulce, pero no conviene
al pecho noble donde afrenta cabe.

   Honra, pues ya perdí prenda tan cara,
ya no soy noble, hidalgo soy villano, 10
con los que nobles son no me consientas.

   Reloj han hecho ya mi triste cara,
que como en ella me pusieron mano,
por horas me señalan mis afrentas.



Arriba Abajo   Amor seis años ha que me has jurado
pagarme aquella deuda en plazos breves,
mira que nunca pagas lo que debes,
que esto sólo no tienes de hombre honrado.

   Muchas veces en pajas me has pagado, 5
que de mal pagador cuanto te atreves,
que todo es viento, y esperanzas leves,
cuanto me rinde en fruto mi cuidado.

   Amor hoy llega el plazo, el punto es hecho
si en palabras me traes, y con engaños, 10
que te echaré en la cárcel temo y dudo.

   Mas que podré cobrar amor, si has hecho
pleito de acreedores por mil años,
y en buscando tu hacienda estás desnudo.



Arriba Abajo   Confuso y atrevido pensamiento,
adonde vais que a mi bajeza cuadre,
si no vi padre, ni conozco madre,
donde te lleva el lisonjero viento?

   Sabe todo animal su nacimiento, 5
y así es razón, pues que conoce padre,
el caballo relinche, el perro ladre,
y brame el toro con soberbio aliento.

   Alfonso es Sol, y su palacio es cielo
acá en la tierra, aqueastas armas alas, 10
Icaro yo, que voy fiado en ellas.

   Detente pensamiento enfrena el vuelo,
porque si el cielo con la frente igualas,
corridas te amanezcan las Estrellas.



Arriba Abajo   Cual hombre, o Clara, no sintió tu afrenta
si un perro ladra a quien herirle quiere,
la honra hace al León que visto espere,
cantando el ruiseñor su agravio cuenta.

   Y mata a quien su honor quitarle intenta 5
el blanco cisne, que cantando muere,
da un silbo el toro, mas a quien le hiere
brama y empina la cerviz exenta.

   La persona más bárbara, y desnuda,
siente el afrenta, y de esto viven llenas, 10
graves historias que el honor amparan.

   Y Dios humano tengo por fin duda
que sintió por extremo entre sus penas
ver ofendida su divina cara.



Arriba Abajo   Cayó la torre que en el viento hacían
mis altos pensamientos castigados,
que yacen por el suelo derribados
cuando con sus extremos competían.

   Por lo menos al Sol llegar querían, 5
y morir en sus rayos abrasados,
de cuya luz contentos y engañados,
como la ciega mariposa ardían.

   O siempre aborrecido desengaño,
amado al procurarte, odioso al verte, 10
que en lugar de sanar abres la herida.

   Pluguiera a Dios duraras dulce engaño,
que si ha de dar un desengaño muerte,
mejor es un engaño que la vida.


Arriba Abajo   A vos ¡oh, sacerdote soberano!,
que al Padre en el altar de aquel madero
os ofreciste, cándido cordero,
por el remedio del linaje humano;

   yo, indigno sacerdote valenciano, 5
de la cruz de Montesa caballero,
mi sangre ofrezco y confesando muero
el santo nombre militar cristiano.

   Quisiera yo imitar esas guirnaldas
de espinas y esa cruz, mas no me han hecho 10
dignas de tales palmas y esmeraldas.

   Pero voy de una cosa satisfecho;
que si no la merezco en las espaldas,
ya muero en cruz, pues que la llevo al pecho.

De Los Comendadores de Córdoba



Arriba Abajo   Ya no quiero más bien que sólo amaros,
ni más vida, señora, que ofreceros
la que me dais, cuando merezco veros,
ni más gusto que veros y agradaros.

   Para vivir, me está bien desearos, 5
para ser venturoso, conoceros,
sólo le pido a Dios, para entenderos,
ingenio que ocupar en alabaros.

   La pluma y lengua, respondiendo a coros,
quieren al cielo espléndido subiros, 10
donde están los espíritus más puros;

   que entre vuestras riquezas y tesoros,
papel y lengua, versos y suspiros,
de olvido y muerte vivirán seguros.



Arriba Abajo   Si en el poyo más limpio y más pestífero
de tu cocina fresca y aromática,
duermes por no escuchar la dulce plática
de este cautivo pobre lacayífero,

   despierta de mi pena al son mortífero, 5
Medea pucheril, Circe fregática,
pues eres la piscina y la probática,
que me ha de dar remedio salutífero.

   Vuelve los pernizarcos ojos rígidos
a este ojizambo amante en mil recámaras, 10
el alma llena de éticas y tísicas.

   Mira que de tener los pies tan frígidos,
podrá, señora, ser que me den cámaras,
que para ti serán crueldades físicas



Arriba Abajo   Beatriz, entre este dedo y el pequeño,
y grande, luego al corazón aplico
este diamante, aqueste anillo rico,
más que por sí, por el valor del dueño.

   En él todo mi crédito os empeño, 5
y en él todo mi amor os certifico;
para su estimación el mundo es chico;
la plata es precio vil, el oro es sueño.

   Yo os doy aquí mi ser, mi honor, mi hacienda:
Esta es mi fe: con mi leal decoro, 10
aquí mi hidalga sangre está esculpida.

   Guardadle bien, que os doy en esta prenda
valor, crédito, anillo, plata y oro,
lealtad, fe, honor, hacienda, sangre y vida.



Arriba Abajo   ¡Pluguiera a Dios que sin hablar pudiera
quejarme y ser de todos entendido!
Pero si al alma van por el oído,
oye la causa de mi mal siquiera.

   Fuerza es partir, que voluntad no fuera; 5
así lo quiso hacer quien no ha querido,
que si querido hubiera, hubiera sido,
no duro mármol, sino blanda cera.

   Voy a Sevilla, porque un mismo río
las lágrimas de entrambos lleve y vuelva, 10
creciendo el mar que ensancha el margen frío.

   Mas primero que el curso el sol resuelva,
verás el fénix de tu fuego y mío
vivir cuando la muerte le resuelva.



Arriba Abajo   ¡Pluguiera a Dios que sin hablar me oyeras
con tácito silencio estas razones,
y antes que hablara, fieros tiburones
me sepultaban en sus panzas fieras!

   Pero pues mi silencio vituperas, 5
denme en invierno cámaras, melones,
y en verano, las aguas sabañones,
si por mi voluntad partir me vieras.

   Voy a Toledo a ver el artificio,
no digo el de Juanelo, que es aguado; 10
mira cual voy por ti, sirva de indicio.

   Si no es de San Martín, puro y de vino;
que así siete aguas pasaré cuitado,
llevando fuera el agua y dentro el vino.



Arriba Abajo   La honra del casado es fortaleza
donde está por alcaide el enemigo,
con voz y rostro de fingido amigo,
porque es de la mujer igual flaqueza.

   Suelen decir que por naturaleza 5
son fáciles el mal, pero yo digo
que de nuestra soberbia fue castigo,
porque está la soberbia en la cabeza.

   ¡Oh dura ley del mundo, que la honra
no está en la mano, sino en una propia 10
del hombre mismo y de sus costumbres!

   ¡Cuán fuerte caso es que la deshonra
esté en un arca, que es la mujer propia
de donde mil ladrones traen vislumbres!

De Los embustes de Celauro



Arriba Abajo   Ya sólo de mi engaño me sustento;
ya no tengo más vida que mi engaño;
con este engaño mi tormento engaño,
que es verdad el engaño en mi tormento.

   Con engaño se alienta el pensamiento, 5
engañando su mismo desengaño;
y aunque este engaño ha sido por mi daño,
el mismo engaño en engañarme siento.

   ¿Mas qué me quejo del engaño, ¡ay triste!
si de este engaño tengo el alma asida, 10
engaño que de muchos me divierte?

   Porque con este engaño se resiste
la fuerza del engaño de la vida,
porque todo es engaño hasta la muerte.



Arriba Abajo   Ásperos Montes, de tinieblas llenos,
por resistir al sol con vuestras llamas;
cuevas de lobos y leones; camas
de sierpes, basiliscos y venenos.

   Cielo que con relámpagos y truenos 5
su intrincada maleza desenramas,
y por entre estos robles y retamas
quieres herir los infernales senos.

   Aguas que despeñadas de la suerte,
que el llanto mío, vais por campos rasos, 10
que no hay estío que su hierba queme,

   si no es este camino de la muerte,
decidme dónde van tan tristes pasos,
que quien desea morir, la vida teme.



Arriba Abajo   Fábricas de la tierra, polvo, nada;
vano mortal, caduco fundamento;
esperanzas del viento que en el viento
paráis, al fin, en fin de la jornada.

   Máquinas de soberbia levantada, 5
en las alas del loco pensamiento;
razón dormida, ciego entendimiento,
señora voluntad desenfrenada.

   Ícaro corazón, Faetonte pecho,
que cara a cara al sol miró la suya, 10
hoy nuestro laberinto se ha deshecho.

   ¡Oh, justo Juez!, ¿quién mirará la tuya?
Ya de la muerte llega el paso estrecho.
¡Piedad, Señor, que no hay adonde huya!



Arriba Abajo   ¿Qué sirve huir de lo que voy siguiendo?
¿Por qué aborrezco lo que más adoro?
¿Qué me finjo contento cuando lloro,
y por qué sano si me estoy muriendo?

   ¿Por qué si soy culpado, reprehendo? 5
¿Si pobre soy, por qué desprecio el oro;
busco mi honor y pierdo mi decoro,
y si vencido estoy, vencer pretendo?

   ¿Por qué de lo que busco más me alejo
y huyo de gozarlo si lo toco, 10
y si sé que es mi bien, por qué me engaño?

   ¿Y si lo tengo ya por qué lo dejo?
Debe ser porque el amor es loco,
y cansado del bien, procura el daño.


Arriba Abajo   Mató, para vengar a Filomena,
Progne su hijo, y al homicida espada
al padre, que comió su carne airada,
mostró, por postre, en la sangrienta cena.

   Ahora, huyendo por la tierra ajena, 5
se queja arrepentida, aunque vengada,
y en ruiseñor su hermana transformada,
canta en los bosques su tragedia y pena.

   A sí mi padre, por venganza suya,
hace en su sangre tan cruel matanza, 10
que no hay Medea de quien tal se arguya.

   Mas llegará del Cielo la venganza,
pues son hay lugar donde de Dios se huya,
que desde el Cielo hasta el Infierno alcanza.



Arriba Abajo   Halló la flauta Pan, Palas la oliva,
Tritolemo el arado y Aristeo
la miel, y la trompeta halló Piseo,
Ceres cómo la tierra se cultiva.

   Zoroastes el arte encantativa, 5
el conservar el fuego Prometeo,
el eclipse de sol el sabio Atreo
y Endimión el de la luna altiva.

   Venus halló el amor, Dafne el desprecio,
Trejilo el carro en Grecia y otras partes 10
y a Dédalo la sierra le dio precio.

   La escultura de piedra halló Anaxartes;
pero trata de hacer discreto a un necio,
ni el tiempo, ni los hombres, ni las artes.



Arriba Abajo   Cuando pensé que estaba la fortuna
de hacerme mal tan sin razón cansada,
apercibe otra vez la fiera espada
como si hallase resistencia alguna.

   Estrella, cielo, sol, planetas, luna, 5
¿cómo no detenéis si mano airada
si la inocencia dicen que os agrada
y la malicia os cansa e importuna?

   En mi vida, de Félix tan querida,
está su vida porque vive en ella; 10
por mí se mueve, de mí vive asida.

   Matad mi vida y quedará sin ella;
que si a Félix queréis quitar la vida,
no puede ser si me dejáis con ella.


Arriba Abajo   Gózase el labrador en buenos años
y el navegante al fin de su camino,
descansando en su patria el peregrino
y el pobre humilde en reparar sus daños.

   El que escribe de propios o de extraños 5
los famosos sucesos, cuando vino
a coronarse del laurel divino,
adonde llora Dafne sus engaños.

   Pero ni el labrador ni el que navega,
el peregrino, el pobre entre mil bienes, 10
ni el escritor cuando merece fama,

   se igualan al amante cuando llega,
después de conquistar dos mil desdenes,
a merecer los brazos de su dama.

De Los españoles en Flandes



Arriba Abajo   Españoles gallardos, norabuena
volváis a Flandes, que esta vida sola,
es oro que en las vuestras se acrisola,
cuyo escudo español Flandes cercena.

   El nombre de español, ¡qué dulce suena! 5
¡qué briosa nación es la española!
¡qué bien armado, desde el pie a la gola,
parece el dueño de mi dulce pena!

   Matome un español. ¡Ay! Si dijese
quién me mató, sin duda el alma, en calma, 10
de gloria los sentidos suspendiese.

   Alta esperanza fue sobre una palma;
mas cuando el cuerpo nunca el fruto viese,
basta, señor don Juan, gozarte el alma.



Arriba Abajo   Señor, que en esa cruz, por darme paz,
sufriste guerra tan cruel y atroz,
cruz, honda, espada, lanza, sierra y hoz
que la garganta derribó trifaz.

   Tú que rompiste, y vio tu hermosa faz, 5
las puertas del infierno de una coz,
tu casa mire y tiemble de tu voz
el rebelde flamenco pertinaz.

   Si vencieron Señor, alguna vez,
la espada, el tiro, el brazo, el arcabuz, 10
tuyo ha sido el honor, tuya la prez.

   A castigarlos voy, dame tu luz,
pues que llevo lavara del juez,
que cuando juzgues lo será tu cruz.

De Los Guanches de Tenerife y Conquista de Canaria



Arriba Abajo   Ya me espantaba yo que la fortuna,
la mayor enemiga que amor tiene,
no mudase mi bien al mal que viene,
pues no sabe tener firmeza alguna.

   ¡Qué presto a los contentos importuna 5
los pesares solícita previene!
¡Qué poco en un estado se detiene,
pues no ha parado próspera ninguna!

   Mas aunque más mudable y fácil eres,
seré más firme mientras más me asombres, 10
por vencer la opinión de las mujeres.

   De fáciles nos dan mudables nombres,
y todos nuestros varios pareceres
habemos aprendido de los hombres



Arriba Abajo   Nació el valor para sufrir desdichas,
que no le tiene quien se rinde a ellas;
así tienen imperio las estrellas,
así se truecan en dolor las dichas.

   Hacerse luego bien las cosas dichas, 5
es causa de decir que hay dicha en ellas;
que cuando el hado se desdice de ellas,
se deben ellas de llamar desdichas.

   Sentarme quiero, de sufrir cansado,
en estas peñas, sol, mientras me enseñas 10
que fin tendrá principio tan errado.

   Mas mátame, y diré que me despeñas,
porque el peso de un hombre desdichado,
apenas le podrán sufrir las peñas.


Arriba Abajo   Saca la exhalación el sol dorado,
y luego en la región del aire puro
brama, soberbia, derribando el muro,
el tosco roble, el olmo levantado.

   Ejemplo viene a ser del que es privado 5
y nunca previniendo lo futuro,
ingrato al Rey, de condiciones duro,
rompe el ser que le dio de entronizado.

   De éstos fue aquel que mi vestido viendo,
sin respetarle, con rigor esquivo 10
quiso ofenderme cuando no le ofendo.

   Dichoso yo, que sin envidias vivo
en mi sosiego, donde sólo entiendo
que si gozo algún bien de él lo recibo.



Arriba Abajo   Nace en el hombre, cuando al mundo nace
derecho de cumplir obligaciones,
y aquel que más usase estas acciones,
más a la tierra y cielo satisface.

   El Rey, cabeza de su imperio hace, 5
a quien en bajas o altas condiciones
siguen los miembros, porque así blasones
honran, que el tiempo volador deshace.

   Si imitan, según esto, la cabeza,
y ésta no paga deudas, obligada, 10
indigna viene a ser de real alteza.

   Greida, tu causa está bien sentenciada,
hoy cenizas con inmortal firmeza
laurel de amor, mi obligación pagada.

De Los hechos de Garcilaso de la Vega y moro Tarfe


Arriba Abajo   Padre del Cielo, a cuya diestra y gloria
está sentado el Hijo omnipotente,
y espíritu divino refulgente,
inmenso, trino y uno en mi memoria.

   Virgen, de quien de regalada historia 5
tus loores contra el cielo dulcemente,
por cuyo dulce sí la humana gente
gozó del enemigo tal victoria;

   ángel Gabriel, que fuiste mensajero
para tan dulces nuevas escogido, 10
diciendo alegremente: «Ave María»;

   dadme victoria del alarde fiero,
pues con deseo y ánimo debido
en vuestras manos pongo el alma mía.

De Los hidalgos de la aldea



Arriba Abajo   Dichoso aquel que en mudas soledades
osa pasar la vida en una aldea,
lejos de aquella envidia que pasea
las plazas de las cortes y ciudades.

   Dichoso aquel que atiende a las verdades 5
del que ningún imperio lisonjea,
ni las mercedes del hablar rodea,
ni tembló de mirar las majestades.

   Dichoso aquel a quien despierta el alba,
en vez de la marcial trompeta, el gallo, 10
y del morir en confusión se salva.

   ¡Oh vida, curso de veloz caballo,
nave de un puerto que la misma salva,
recibe al Rey y al mísero vasallo.